4 de septiembre de 2010

RETIRADA YANQUI DE IRAK

PO 1144 2/9/2010 Internacionales

Ni regreso ni gloria

El anuncio del presidente Barack Obama sobre el fin de las operaciones en Irak a partir del 31 de agosto de 2010 revela el impasse político y militar del imperialismo. Es sólo una manera de ganar tiempo: de los 144.000 soldados que permanecían en el territorio, 50.000, entre ellos el núcleo más entrenado de la guerra, permanecen en Irak, en principio hasta 2011, con la tarea de adiestrar a las fuerzas de seguridad del país. El resto de las tropas “retiradas”, no por casualidad, están acantonadas en Kuwait, en la frontera de Irak.

Obama se presenta a sí mismo, con esta acción, como un hombre de palabra, con la mirada puesta en las elecciones legislativas de noviembre. Su mensaje, en la campaña electoral que lo llevó a la presidencia, consistió en distinguir entre guerras “buenas” –contra Al Qaeda y los talibán– y “malas” o “tontas”, como la de Irak. El primer presidente negro vino a relevar una gestión que había fracasado en todos los terrenos, la de Bush (h), y su tarea era defender los mismos intereses sociales, políticos e históricos que su antecesor, buscándoles una salida con métodos democratizantes. Casi dos años después, lo que en su origen era una perspectiva hoy es un atascamiento en todos los frentes.
Estados Unidos “deja” Irak luego de una masacre social, en la que han muerto 150.000 iraquíes y casi 5.000 soldados norteamericanos y aliados. La mitad de la población está desocupada y la infraestructura ha sido destruida: las dos terceras partes de la población carecen de agua potable, el servicio eléctricofunciona sólo por pocas horas en el día y aún el petróleo escasea. Más de dos millones de iraquíes han dejado el país, muchos de ellos profesionales que se necesitan con carácter urgente para la reconstrucción más elemental. “El gobierno iraquí es raramente capaz de recaudar impuestos y el gasto es financiado casi enteramente con el dinero del petróleo” (The Economist, 28/8). ¿Dónde fueron a parar los 700.000 millones de dólares destinados, según las cifras hechas públicas, por Estados Unidos a la reconstrucción de Irak? Al negocio de las contratistas de la guerra –pocos recuerdan que la mayor suba bursátil de la última década se produjo luego de la invasión de Irak– y a los bolsillos de las camarillas que organizaron la misión, que será recordada en la historia, según algunos analistas, por el inusual nivel de robo del presupuesto asignado.

La crisis en el propio terreno
Para muchísimos norteamericanos, la ocupación de Irak significó un error mayúsculo. Lo novedoso es que hoy “aproximadamente seis de cada diez norteamericanos se oponen aún a lo que Obama considera buenas guerras como las que se libran contra al Qaeda y los talibán” (ídem).
En este vuelco de opinión está la crisis capitalista, la cual se descarga sobre las espaldas de la población trabajadora, una desocupación que se acerca al 10%, un endeudamiento feroz, los casi 5.000 muertos y 40.000 heridos, en un escenario político y militar que no reconoce victorias y en el que Estados Unidos vuelca cada año 700.000 millones de dólares, casi tanto como lo que vuelca el resto de los países del mundo.
Desde la guerra y la ocupación militar de Yugoslavia, el imperialismo se ha internado en un pantano histórico cada vez más profundo. El desbarajuste iraquí se reproduce en todos los terrenos en donde interviene: notoriamente en Palestina y Afganistán, pero también en Haití o el Cáucaso. “La crisis de la empresa bélica del imperialismo norteamericano ha sumido al gobierno de Obama en una crisis insuperable y lo mismo ocurre con los gobiernos aliados, que se ven obligados a retirar tropas, tanto por la crisis económica como por la resistencia popular, en particular en Europa” (EDM Nº 39).
Hacia un derrumbe mayor
Durante el anuncio del retiro de tropas, Obama afirmó que “la violencia en las calles de Irak está en un mínimo histórico” respecto de 2007. Horas después, el propio gobierno iraquí informó que en julio, con 535 muertos, en su mayor parte civiles, fue el más luctuoso de los últimos años. La sucesión de 20 atentados coordinados en 10 ciudades iraquíes que dejó un saldo de 64 muertos el pasado 25 de agosto, estaría revelando un avance del terrorismo político enfrentado a la ocupación.
El mayor problema del imperialismo es, con todo, el aquelarre político que se desenvuelve en Irak. Existe una parodia de gobierno, a partir del fraude en las elecciones parlamentarias realizadas en marzo. Fracciones políticas de los chiítas –la mayoría étnica y religiosa– y de los kurdos comparten un parlamento armado bajo orientación norteamericana, en el que participan también representantes de los sunnitas –la minoría de la que era originario Saddam. No hay nuevo gobierno y las negociaciones están en un punto muerto en un país balcanizado. La prensa mundial considera la decisión de Obama como el anuncio de una crisis mayor a corto plazo. Es lo que se viene. Según varios analistas, los servicios de inteligencia de Irak son paupérrimos, la infiltración está a la orden del día, la fuerza aérea está en pañales y los escalones inferiores de las fuerzas de seguridad –las que deben hacerse cargo del orden– carecen de equipos y, lo peor, de iniciativa.
La tarea
Obama acaba de reforzar la presencia en Afganistán y protagonizar una “retirada” sin futuro en Irak. Mientras somete a los pueblos oprimidos a horrores inmensos, el imperialismo va cavando su propia fosa.
La tarea es organizar la movilización por el retiro militar incondicional del imperialismo de todos los países que ocupa y apoyar a las fuerzas nacionales que lo combaten. Convertir en popular la consigna “fuera las tropas imperialistas” y convertir a cada una de estas guerras en sepultura de los ocupantes, para acelerar el proceso de la revolución social.

Christian Rath

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